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Un año más, llegadas estas fechas, me siento como un niño esperando a los reyes magos, nervioso, deseoso, con ganas de reencontrarme con amigos, de volver a rememorar lances e historias pasadas, de volver a juntarnos como todos los años en la mesa, esa mesa que suele crear grandes vínculos entre personas, días de fraternidad y comilonas, estamos un año más a las puertas del desvede de la general.

Qué poder tendrá mi pasión por la caza, para poder mantenerme sin conciliar el sueño esos días previos? Es probable que el día que no note en mí ese gusanillo que me mantiene desvelado cada noche previa a una nueva jornada de caza, ese día deje de cazar, es una pasión que engancha, para mi una forma de vida y fiel reflejo de cómo es el individuo..

Me pasaba ya de niño cuando mi padre me compró una carabina de balines, el día antes repasaba uno por uno todos los avíos necesarios para al llegar el ansiado día 12 de octubre levantarme temprano como los mayores e ir de caza tras algún petirrojo, verderón, gorrión, y con ello aumentar la percha que pudiesen traer, los que iban a conejos y los que iban a acuáticas. Y aunque hoy queda ya algo lejos aquello, sigo notando en mi lo mismo, ahora he cambiado aquella carabina por “la del 12/70”, aquellos balines por cartuchos, además de añadir toda la montonera de papeles burocráticos que hoy en día hacen falta para poder seguir disfrutando de la caza.

Año tras año, el mismo ritual, amigos y familiares que se marcharon pero no se olvidan y otros nuevos que vinieron, para poder un año más hacer “cuadrilla”, cazadores y no cazadores, varias generaciones que nos juntamos para poder disfrutar de la fiesta de la Virgen del Pilar, comúnmente conocida como “la Pilarica”.

Quisiera dar a entender mis sentimientos aunque pero no lo sé explicar, ya que ni yo mismo puedo lograr descifrar tanto cúmulo de sensaciones y emociones que me pasan ahora por la cabeza. Han sido muchos días de espera desde que terminó la pasada temporada, días en los que aprovechamos para visitar el coto donde yo paso la mayor parte de las jornadas de caza, ya que me dedico casi en exclusiva a la caza de acuáticas, creo que son sobre unas 1.200 hectáreas de humedal, que son compartidos por las poblaciones de Pego y Oliva, la zona de Pego alterna varias zonas dedicadas a cosechar arroz con la vegetación palustre de la zona, y la parte de Oliva, la mía, es mucho más salvaje, con carrizales y otras vegetaciones bastante mas espesas, en definitiva se trata de un humedal bastante pequeño si comparamos por ejemplo con la Albufera valenciana, pero para mi es lo más grande.

Días previos donde vemos que tal ha ido la crianza de este año, y de paso aprovechamos para arreglar los puestos que por el paso del invierno se han ido deteriorando, y también dar un repaso a la vegetación que por la primavera empezaba a crecer para que una vez todo inundado de nuevo, tengamos la zona que elegimos con un buen ancho donde poder tirar con claridad y poner los reclamos vivos y cimbeles que sirven para atraer a sus congéneres salvajes.

La gran afluencia de aves avistadas estos días previos nos hacen presagiar una buena temporada, el problema es el de siempre al tratarse de un coto pequeño y con varios centenares de socios, hace que esté algo sobreexplotado, y a los primeros fogonazos se van en compañía de “Sant Pere” como suele decirse por esta zona al elevarse los bandos a las nubes, y el grueso de la población visible ahora, se marcha a zonas más tranquilas como puede ser la albufera de Valencia.

Aunque nunca se sabe lo que puede dar el día 12, y tal vez por ello estoy ahora atacado de los nervios, mucho dependerá en buena parte de la climatología de ese día, de todos es sabido que para la caza de patos los días más favorables son aquellos de mucho viento o lluvia, todo lo contrario que para aquellos que van a conejos o perdices.

La ilusión ante una nueva temporada se hace patente en las caras de los cazadores, es cuando pienso que aquello que me sucede a mi del gusanillo, parece no ser un hecho aislado, o sea que también los demás parecen estar contagiados, las armerías se rebosan de gente en busca de ese cartucho que no falle ni un tiro, el humedal es un ir y venir de gente viendo al amanecer y atardecer los movimientos de los patos, para poder elegir la ubicación que cada uno cree la más adecuada. Cada cual se va con su cuadrilla a disfrutar de estos días de camaradería.

Y yo como cada año, iremos a la caseta de mi tío ubicada en la partida del Xiricull dentro del término de Oliva, reformada de unos años hacia aquí y habiendo cambiado bastante de cuando yo iba con mi rifle de balines.

Allí nos solemos juntar sobre las 20 personas o más, que desconectamos de nuestra vida diaria, para ir a vivir el conocido como “día de l’alta”, entre la cuadrilla la mayoría iremos a acuáticas, y tal vez alguno salga con la esperanza de cazar algún conejete, ya que por estos lares las enfermedades del conejo han dejado casi extinguida su población aunque parece ir levantando cabeza pero muy poco a poco.

Nos haremos las típicas paellas valencianas, beberemos y picotearemos de todo un poco, jugaremos a las cartas y como siempre aparecerán en las tertulias los lances de cacerías pasadas, y de todo lo que tenemos en mente cazar este año, que luego la mayoría serán exageraciones.

Cogeremos también las carabinas de balines, para hacer más amena la espera hasta el ansiado desvede, entreteniéndonos tirando a alguna lata de conservas y afinando la puntería a ver quien va más fino.

Buena cuenta daremos este año también de alguno de los jabalís que en los meses veraniegos sucumbió ante nosotros en alguna de las numerosas esperas que hemos realizado, caracoles, arroces y algún pescadito que entre otras cosas mezcladas con buen vino, cerveza y refrescos harán las delicias de los paladares en nuestra particular semana gastronómica.

Y llegará la última noche, una de las más largas del año, no por las horas que marca el reloj, sino por el desvelo y por la lentitud del paso de estas, la noche que le daré el último repaso a todos los trastos que he de llevar conmigo, botas de agua, cartuchos, escopeta, canana, ropa, cimbeles, documentación, etc.

Repaso casi innecesario ya que antes lo habría mirado ya mil veces, pero no se porque le daré otro ojeo. Luego empezará mi particular batalla con el sueño, ya que necesitaré descansar el máximo posible para estar fino para la hora de la verdad, todos los años me propongo lo mismo, y todos los años pierdo la batalla.

Llegan las 04.00 de la mañana que será otra vez la hora fijada para despertar yo al despertador, y poner marcha hacia el coto donde habitualmente se acuerda hacer la entrada entre las 05.00 y las 06.00 de la madrugada, para que hasta la hora del cohete que suele dispararse a las 07.15 de la mañana, nadie moleste más a los patos y por supuesto no se puede pegar ni un solo tiro, aunque por esas horas los patos parecen ya saber lo que se está cociendo por allí.

Los nervios los tendré a flor de piel, hasta que no este ubicado en mi puesto, y una vez en el, el escuchar el clásico aleteo de el ir y venir de los patos volando por encima de mi cabeza será lo que me hará seguir estando despierto junto algún mosquito con ganas de que se le abra también a él la veda.

Momento mágico será la salida del cohete que romperá el amanecer con un montón de sombras negras revolando por encima, hasta aquí puede estar todo más o menos programado y luego solamente Dios lo sabe.

En conclusión son de los días que me hacen más feliz en el año, me desinhibo del mundo urbanita que me rodea, quiero disfrutar al máximo cada minuto con familia y amigos, quiero seguir aprendiendo en este mundo de hazañas y nuevas vivencias, que me hagan seguir adquiriendo experiencia como cazador, para si el día de mañana hubiese de transmitirlas igual que han hecho conmigo mis antecesores.

Empezará el sacrificio anual con amigos y parientas, que dejamos a veces de lado por nuestra pasión, pero el cazador es así, y así nos gustaría continuar por muchos años más.

Que Dios reparta suerte!!!!

Xauxi

Categoría: RELATOS

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