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Saben aquel que diu.. Allá en una pequeña finca del delta del Ebro, ubicada en la zona de la cava, la luna de enero iba a ofrecer una jornada inolvidable para un grupo de amigos “pateros”.

Todo empezó cuando Manolo preparó los puestos en lugares con niveles de agua idóneos para la querencia de las aves, cebándolos cuidadosamente. Esperaba la visita de Benito, excelente compañero valenciano deseoso de conocer aquellos lares.

Llegó el día soñado para Benito al que Manolo recibió con una bienvenida gastronómica a base de la típica anguila de Terres de l´Ebre, entrantes propios de la tierra, vino excelente, botellitas de cava.......Momento ideal para cruzar “batallitas” de caza, lo que, por supuesto, no desperdiciaron.

Ya atardecido, y antes de salir para las tinas, les llegó la hora de preparar cuidadosamente el equipo al completo: armas, munición, refrescos y un tentempié para aguantar la larga noche. Poco más tarde encaminaban sus pasos al lugar elegido por Manolo, cruzándose con Lorenzo que, de la misma forma que ellos, iba todo ilusionado a ocupar su puesto. Así, mientras que este último se difuminaba poco a poco por el horizonte, los dos amigos tomaban acomodo en sus tinas cargando escopetas y colgándose al cuello los collares con reclamos de diferentes patos, silbón, real, rabudo y friso.

Comenzaba la espera bajo condiciones espectaculares pues la belleza del paisaje iluminado por una luna en todo su apogeo hacía que el ánimo de nuestros amigos llegara a sus cotas más altas. Y también la adrenalina, adormecida hasta entonces, inició su escalada ante la presencia de algunas parejas de reales abatidas limpiamente, así como otra de cucharas que entraron sin miramientos al hábil reclamo de Benito.

Después de un rato de calma el sonido de un grupo de frisos captado por Manolo, hace que Benito inicie una auténtica sonata imitando los sonidos de estas tan magníficas aves, al parecer sin resultado alguno. Al parecer, ya que pasado un lapso de tiempo los frisos regresan, Manolo se esfuerza una vez más en atraerlos consiguiendo, ahora sí, un éxito total. Los 3 ejemplares, pues de ese número se trataba, vuelan derechos hacia la tina, la rodean en varias ocasiones y cuando Benito y Manolo consideran que ofrecen un blanco perfecto se levantan al unísono para dispararles. Siguen su marcha, ninguno de ellos voltea. Se preguntan los buenos amigos también al unísono, ¿tenían estos cartuchos perdigones?. Ahí queda todo.

Enfadados? a lo mejor un poco. Sorprendidos? totalmente. Pero sin duda alguna entusiasmados por como fue el lance, por como se comportaron los patos, por la belleza de las cabriolas que hicieron antes de ponerse definitivamente a tiro. Y piensan que esa es la auténtica cacería, que no todo es matar, que es disfrutar de estos acontecimientos que recuerdas una y mil veces. E incluso le aplicas un título, en este caso, por ejemplo, “la noche de los tres frisos”. ¿Cuál será el siguiente?

Para cazaacuaticas con cariño y respeto. 

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Categoría: RELATOS

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