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Hola amigos, os voy a relatar una de mis últimas jornadas de caza en las marismas del Guadalquivir, a finales de Enero, en el que mi compañero y yo, estábamos decididos a pasar un buen rato de caza.

Todo empezó, cuando después de pasar varios días por unas series de tablas, llenas de agua, observé, que un número discreto de patos, pasaban el día, para por la noche salir a comer a otros enclaves de los arrozales de la Isla, a partir de esta observación me dí cuenta que la forma de cazar estos patos, era colocándome al amanecer, para recibirlos a la llegada, en su zona de descanso.

Esta forma de caza, no puedo decir que sea muy habitual en esta zona, lo normal es que los amaneceres se hagan, prácticamente a la aventura, en el paso de ellos hacía el descansadero, ya que las acuáticas suelen descansar en zonas de Reserva, así como Parques Naturales, o el mismo Parque de Doñana, siendo esta modalidad más propia de la albufera de Valencia, pequeños lagos y charcas en la que la actividad cinegética, está permitida por la ley de caza.

La mañana del sábado 22 de Enero, mi compañero y yo, quedamos a las 6:00 en el bar que frecuentamos, la verdad que sabíamos que la hora iba ser un poco justa, pero supongo, que el trabajo y a estas altura de veda, quizás nos invadiera la pereza. Después de tomar café, iniciamos la marcha hacia los puestos de caza, con el pensamiento, de si no nos dábamos prisa nos cogería el día.

Desconozco el motivo por el cuál los patos han decidido cambiar su zona de descanso, esta iba ser la tercera cacería, por lo que teniendo en cuenta como está la temporada, no me puedo quejar. Una vez llegamos, puse el coche en un lugar estratégico, en lo alto del muro, a la altura del centro de la tabla, con la idea de no molestar al pato una vez llegara al centro de la tabla, pues la tabla en cuestión es bastante alargada.

Mi compañero optó por el almorrón mas cómodo, y digo esto, porque este almorrón es bastante grueso y cómodo para andar, así que cogió sus cimbeles, dos patos hembras de real, y se puso en marcha hacia el puesto, yo por mi parte, cogí mis cimbeles 3D, en mi opinión bastante cómodos de llevar y con un realismo sin igual, y me decanté por llevarme una collera de reales, con idea de no formar demasiado escándalo. Eché mano a la escopeta, mi mochila, y siguiéndome mi perro, inicié la marcha al puesto, el puesto estaba ubicado en un almorrón bastante delgado, deteriorado por el azote del agua, empujada por el viento, cuando iba andando por él, casi me saltaba el ventilador, pero mi forma física me ayudaba en la marcha hundido en el barro, casi hasta la rodillas, pero la afición me invadía y me olvidaba del cansancio con el único objetivo de introducirme en él.

Una vez llegué, me puse a colocar los cimbeles y reclamos, pues el tiempo apremiaba y ya se podía ver la claridad en el horizonte. El macho lo puse delante de mí a pocos metros,  los cimbeles a continuación, y en primera línea, dispuesta para recibir a los congéneres salvajes la pata real, y sin más tiempo de poder pensar más, corrí al agujero escavado en el barro, y sintiendo como entraban por todos lados, con mi arma en mano y mi perro agazapado, mis sentidos se amplificaban con sentir, el sonido del silvar de las alas.

No podía creerlo, los patos volaban, pero era evidente que me esquivaban, en un par de lances y con mucha dificultad pude abatir dos patos cucharas, había poca luz, pero a medida que pasaban los minutos, el día iba despertando y no podía evitar, el ver los patos entrar esquivándome por el lado izquierdo por donde ellos, pegándose más al muro se sienten un poco más cómodos. Tuve poco tiempo para reaccionar, pero al ver este escenario, enseguida pensé: - Aquí hay que hacer algo.

Me apresuré cogiendo la mochila de los cartuchos, la escopeta, y con el perro siguiéndome ,me desplacé a unos cincuenta metros a mi lado izquierdo, me hinqué de rodillas, coloqué mi perro agachado delante, con una red mimetizada por encima, pues su color negro y la claridad del día seguro que nos delataría, y yo, agachado tras él, esperando que los patos cuando me detectasen, ya estuvieran encima, en mi distancia de tiro.

En pocos minutos llegaba el primer bando de rabudos, iban derecho a los reclamos, y en ese momento no hacia más que preguntarme: ¿será que no se entregaban porque me veían? Pero nada más lejos, cuando estaban apunto de coronar a los reclamos, de un movimiento, todos sincronizado, empezaron a rodear a los reclamos, desconfiados y mirándolos con la duda de entrarles, volando en mi dirección pero distraídos por el canto de los reclamos, hasta que una vez llegaron a mi alcance les descargue la escopeta, con la felicidad de que mi plan de distracción había funcionado.

Cuando abatía un pato, Arco salía disparado, y la red como podéis imaginar la soltaba a veces a un metro y otras veces bastante retirado, por lo que cuando el cobraba, yo, a su vez recogía la red para volver a camuflarlo, y así se sucedieron varios lances, unas veces con fortuna y otros desafortunados.

No podía creerlo, los patos volaban, pero era evidente que me esquivaban, en un par de lances ,y con mucha dificultad pude abatir dos cucharas, había poca luz, pero a medida que pasaban los minutos, el día iba despertando y no podía evitar el ver los patos entrar esquivándome por el lado izquierdo por donde ellos, pegándose más al muro se sienten un poco más cómodos. Tuve poco tiempo para reaccionar, pero al ver este escenario enseguida pensé: - Aquí hay que hacer algo.

Llegado las 8:30 aproximadamente la caza había terminado, recogí mi reclamos y me encaminé hacia el coche , cuando llegue al coche, enseguida llegó mi compañero, y me comentó lo desafortunado que había estado, que abatió 3 cuchara pero solo pudo encontrar 2, con lo que el balance en total de los dos son 11: 7 rabudos y 4 cucharas y coincidía conmigo en cuanto al comportamiento de los patos hacia los reclamos, con la conclusión de que los patos ya lo tenían todo estudiado y había que ir un curso por encima de ellos, si nó, solo los verías de lejos y ni probarlos.

Ya entrada las 9:00 recogimos y nos dispusimos a tomar un buen desayuno, que después de la jornada de caza, lo agradecería el estómago, y fuimos contando los lances, con la conclusión de que estaba demasiado, para la altura de veda que estamos y como están los pájaros, ahora os adjunto unas fotos, en el que os hago cómplice de mis recuerdos vividos en la mañana de hoy, mostrando el puesto inicial, el perro y los reclamos.

Categoría: RELATOS

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